Miriam Levitt
Crónicas de Puebla a Cholula y de Cholula a Tlaxcala.
Siempre me han interesado las lenguas y he estudiado algunas. Empecé el estudio del español en la escuela secundaria y continué en la universidad. Después de una pausa de algunos años, volví a asistir a clases de español de vez en cuando durante mi carrera de enfermera y lo usaba mucho con mis pacientes de habla hispana. Al momento de mi jubilación, empecé a asistir a una clase de Teresa. Allí, descubrí de nuevo el placer de escribir y de leer literatura en español, además de los errores que estaba cometiendo. También ha sido muy útil para los viajes en países donde se habla español.
Puebla I
La llegada de los melones “piel de sapo” al mercado me alegró y al mismo tiempo me recordó nuestra estancia en la ciudad de Puebla en 2011. ¿Qué conexión hay entre un melón y la ciudad en México? Aquí está la historia.
Después de una semana en la ciudad de México llegamos en autobús a la ciudad preciosa de Puebla donde el hotel que habíamos reservado nos parecía decepcionante. Pero como era mediodía, dejamos nuestras maletas en el hotel y salimos para explorar el barrio y buscar un restaurante para almorzar. Los restaurantes en el zócalo no nos interesaron, así que, continuamos nuestra exploración y nos tropezamos con un callejón lleno de tiendas artesanales que se llamaba “Callejón de los Sapos”. Allí, al otro lado del callejón, un letrero anunciando Restaurante Celia nos atrajo. De hecho, era una tienda de cerámica de talavera con un restaurante detrás. La abundancia de objetos de cerámica era deslumbrante. El restaurante consistía en dos comedores amueblados con dos mesas cada uno y algunas mesas en un patio. Nosotros escogimos una mesa en un comedor encantador cuya decoración era ecléctica y un poco pasada de moda. Incluía azulejos y otros objetos de la misma cerámica, unos cuadros de naturaleza muerta en las paredes y un piano. En cada mesa se encontraba una botella de vino tinto francés y el sistema sonoro tocaba canciones francesas. Pregunté a la propietaria si había visitado Francia y ella contestó que no, solamente le gustaban las canciones francesas. Ella era la propietaria de la tienda de cerámica también. Una niña de dos o tres años corría de vez en cuando a través del restaurante, perseguida por su abuela o por una de las camareras.
Encantados de la cocina y del ambiente, nos prometimos regresar para pasar más tiempo y para mirar los objetos de cerámica, seguimos explorando la Calle de los Sapos cuando apareció delante de nosotros un edificio pintado de color violeta intenso. Pero eso será para la semana próxima. Ahora sabes que la conexión entre los melones y nuestra aventura en Puebla eran los sapos.
Puebla II
En la fachada del edificio color de violeta, un letrero anunciaba: “Mesón Sacristía de la Compañía”, que resultó ser una casa grande reformada en hotel-restaurante. Desde la entrada, el color rosa brillante de las paredes fue la primera cosa sorprendente que vimos. Intrigados, preguntamos al recepcionista si tenía una habitación disponible. Él nos informó que quedaba solamente una suite, pero como era temporada baja y también entre semana, nos la ofrecería al precio de una habitación simple. Al abrir la puerta de la suite, la primera cosa que notamos era el azul intenso de las paredes. Como los espacios de la planta baja, los de la suite estaban amueblados con objetos de época. Otra cosa que nos dejó atónitos era que, aquí como en los espacios públicos, cada objeto, incluyendo los muebles, llevaba una etiqueta que indicaba su precio. Si por casualidad un jarrón, una lámpara, aun una silla, lo tentaba al huésped, estaba en venta. Nos parecía una cosa extraña y singular, pero cuando le conté esta historia a una amiga que había viajado mucho en México, ella me dijo haber visto este fenómeno varias veces durante sus estancias en el país.
Al haber encontrado este hotel excéntrico pero encantador, decidimos en seguida, aceptar la oferta del recepcionista y nos mudamos. Porque el otro hotel se encontraba muy cerca, regresamos allí, un poco avergonzados, para informar al personal que lo sentíamos pero que debíamos cambiar de proyecto y cancelar nuestra reservación. Ellos fueron muy amables y lo arreglaron sin problema. Aliviados, salimos arrastrando nuestras maletas sobre los guijarros hacia nuestro nuevo alojamiento y listos para continuar nuestra exploración de la ciudad.
Puebla III
En los dos días que pasamos en la ciudad de Puebla, vimos muchas joyas de cultura, arte y arquitectura, pero también encontramos gente y eventos sorprendentes e interesantes. Al llegar a la Plaza Principal el primer día, notamos los portales hermosos y la fachada de la catedral, pero también mucha gente y ruido de dos manifestaciones: una para los derechos de las mujeres y otra para alguna cuestión laboral. Después de nuestro desvío para almorzar, explorar el Callejón de los Sapos y mudarnos al nuevo hotel, volvimos a la Plaza Principal donde vimos otra manifestación, esta vez un desfile contra la violencia, con carteles que decían “No+” seguido de una mancha roja. Todas estas eran muy interesantes, pero aún más sorprendente era la escena de gente activa en cada esquina de la plaza que hacían ejercicios, bailaban, hacían gimnasia, artes marciales, todo con música e incluso algunos grupos de escuela que daban exhibiciones bajo la dirección de un maestro. Nos enteramos de que era para el día internacional de promoción de la actividad física. ¿Quién sabía que existía tal evento?
Ese día y el siguiente, vimos iglesias, museos y fachadas maravillosas de ladrillos y azulejos en edificios como “La Casa de los Muñecos” y “La Casa del que Mató el Animal” así como tiendas y fábricas de talavera, pero voy a describir dos cosas memorables que vimos el segundo día. En la iglesia de Santo Domingo, con un interior muy barroco, entramos en la Capilla del Rosario a las diez de la mañana cuando la luz del sol apuntaba directamente en la estatua enorme de la virgen y el bebé de manera que todo el oro parecía brillar y resplandecer. Si hubiéramos sido religiosos, habríamos pensado que era una señal milagrosa.
También nos dejó atónitos una placa en la Biblioteca Palofaxiana con un escrito de Victor Hugo. Parece que estuvo en Puebla en el exilio durante el segundo imperio francés y la guerra mexicana contra los franceses. Expresa un apoyo fuerte para la lucha mexicana y dice que no es el pueblo francés que hace la guerra contra los mexicanos, sino el imperio. Al lado de la placa hay una copia de la mascarilla de Victor Hugo. ¡Otra cosa que no sabíamos, que él hubiera estado en Puebla!
Cholula
Cuando planeamos nuestra estancia en Puebla y su región, habíamos reservado cuatro días en la ciudad, incluyendo excursiones a Cholula y lugares cercanos, puesto que todos ellos están muy cerca. Pero después de ver el primer hotel en Puebla, decidimos llamar inmediatamente a un hotel en Cholula que habíamos visto en una guía turística para reservar dos días de estancia. Ese hotel parecía encantador, aunque un poco caro. Sin embargo, en ese momento, pensábamos que valía el precio.
El viaje de Puebla a Cholula en taxi fue fácil y barato. El Hotel Quinta Luna, una casa grande del siglo XVII construido alrededor de un patio central con fuente y transformada en hotel, era lujoso y elegante. La decoración era lo contrario de los colores brillantes y los muebles excéntricos de nuestro hotel color violeta en Puebla. Todo era en blanco con colores neutros y naturales, excepto el colorido rico de los tapetes, y la madera lustrada. El baño era enorme con azulejos preciosos y una alcantarilla en talavera. Habría podido estar en el valle de Napa.
La atracción principal de Cholula es el sitio arqueológico de la Gran Pirámide, la pirámide más grande del mundo según una guía, dentro de la cual hay túneles con murales, así como exhibiciones diseñadas por los arqueólogos para mostrar las etapas de su construcción. Entonces, nos decepcionó enterarnos que los túneles estaban cerrados por reparaciones. De todos modos, después de instalarnos en el hotel, caminamos al zócalo, que ofrecía otras atracciones. Llegamos al momento de la entrada de una procesión religiosa con niños, globos, una charanga y efigies de tamaño natural de un santo, quizás San Mateo, de quien era el día santo y de La Virgen de los Remedios, por quien era llamada la iglesia encima de la pirámide. Fuimos a explorar otras atracciones cercanas incluyendo el convento fortificado de San Gabriel con su iglesia de Santo Domingo del siglo XVI y la Capilla Abierta antes de almorzar. Pues, volvimos para cruzar el zócalo hasta la subida larga de la pirámide donde visitamos la iglesia y disfrutamos de la vista sobre la ciudad con su gran número de cúpulas de iglesias. Habíamos esperado ver el Popo, pero estaba escondido detrás de las nubes.
Terminamos el primer día en Cholula con una conversación interesante en el patio con una pareja de estadounidenses que había pasado 14 años en Cholula, enseñando historia de los Estados Unidos en la Universidad de las Américas y después con una cena maravillosa en el restaurante del hotel.
De Cholula a Tlaxcala
El segundo día de nuestra estancia en Cholula, el hotel arregló un conductor para llevarnos a las iglesias cercanas. La primera, la iglesia de Tonantzitla tenía una bella fachada de ladrillos y azulejos, pero es más conocida por su interior, construido por artistas indígenas. Es una síntesis de ideas españolas, cristianas e indígenas, muy colorida, con muchos diseños de flores, hojas y frutas en los murales, además de santos y ángeles con caras indígenas. La segunda iglesia, la de San Francisco Acatepec, es más conocida por su fachada multicolor de talavera que al verla por primera vez me dejo sin respiración. Nuestra última parada fue en el Ex-Convento Franciscano en Huejotzingo, una estructura más grande y de arquitectura más europea, con un claustro bonito y un museo que muestra las habitaciones del convento: cocina, refectorio, celdas de los monjes, algunas con murales que exponen la vida de los monjes.
Volvimos al hotel donde disfrutamos de nuevo de una cena maravillosa en el restaurante. Hicimos nuestras maletas y arreglamos con el mismo conductor que nos llevara al día siguiente a la estación de autobuses de Puebla donde tomaríamos un autobús para Tlaxcala.
Tlaxcala I
Al final del viaje de Cholula a Puebla en coche seguido de una hora en autobús, llegamos a Tlaxcala a mediodía. A primera vista, la ciudad nos pareció muy agradable. Nuestro hotel era bueno, aunque sin el encanto de los de Puebla y Cholula. Era grande, moderno, con salas de conferencia y construido alrededor de una piscina.
Cuando llegamos al hotel, servían un gran bufé, “brunch”. Caminando por la ciudad, vimos grandes bufés por todas partes donde las familias se reunían para la comida del domingo. Teníamos hambre, pero no queríamos una comida tan basta. Por fin, encontramos un pequeño restaurante bajo los portales de la plaza y almorzamos bien, suficiente para aguantar la subida larga y extenuante hasta el Santuario de la Virgen de Ocotlán. A lo largo del camino, algunos vendedores, la mayoría mujeres, ofrecían objetos religiosos y otras artesanías. Al llegar en frente del santuario, la vista sobre Tlaxcala era maravillosa y el espacio lleno de gente. Debido a que era domingo, una misa estaba en curso y nos parecía difícil entrar y visitarla. Desde la entrada, pudimos ver un poco de la decoración de la iglesia, pero al final no pudimos ver los retablos y en general todo el entramado barroco en los muros y cúpula. Hacía calor, no había ninguna sombra y la misa no terminaría pronto. Por eso, bajamos la colina para otras exploraciones.
Al otro lado de la Plaza de la Constitución, encontramos el camino para subir otra colina menos larga hasta el ex-Convento de San Francisco. Delante del complejo del ex-Convento, había un parque donde las familias y los jóvenes se reunían y los niños jugaban. Bajo la colina, se podía ver la plaza de toros. En el claustro, el Museo Regional de Tlaxcala exhibía, entre otras cosas, objetos arqueológicos de Cacaxtla-Xochitécatl, sitios que visitaríamos al día siguiente.
Porque el domingo casi toda la gente hacía la comida principal en la tarde, la mayoría de los restaurantes estaban cerrados por la noche. El único que encontramos abierto se llamaba, por cualquier razón, “El Tirol”. A pesar del ruido de un match de fútbol en la tele al fondo, la comida era buena. Regresamos al hotel por las calles de la ciudad hermosa de Tlaxcala.
Continuará.
Tlaxcala II
La mañana de nuestro segundo día en Tlaxcala, contratamos a un taxista para que nos llevara a los sitios de Cacaxtla y Xochitécatl y para esperarnos una hora en cada lugar. Era un hombre joven, simpático y hablador. Nos dijo que era “puro tlaxcalteco” y nos preguntó cuáles eran los orígenes de nuestros antepasados. Cuando yo le dije que mis abuelos maternos eran de Ucrania, me dijo que había transportado a una pareja de Ucrania.
Los murales de Cacaxtla nos asombraron. Con sus colores brillantes y sus pinturas tan bien preservadas, fueron entre las mejores cosas que habíamos visto. Según la guía Michelin, está considerado “uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes en Mesoamérica del siglo XX.” El mural más completo y más interesante era El Mural de la Batalla, que representa una batalla entre los guerreros-jaguar y los guerreros-pájaro.
El sitio de Xochitécatl consta en tres pirámides en una colina: la de las flores, la de la espiral y la de la serpiente. El nombre viene de Xóchitl, diosa de las flores y de la fertilidad. La Pirámide de las Flores, la más grande del sitio, es también la cuarta más grande en México (a menos que hayan descubierto otra más grande desde la publicación de esta guía). La vista sobre el valle habría estado excelente si no hubiera habido tanta neblina. Según nuestro taxista informativo, el clima estaba más seco de lo normal para esa temporada y había muchos incendios forestales que habían contribuido a la neblina. Además, notábamos que mucha gente quemaba las malas hierbas, lo que por cierto no ayudaba a la calidad del aire.
Regresamos a Tlaxcala a la hora del almuerzo. Porque era lunes, todos los museos estaban cerrados. Pero ya habíamos visto maravillas de arte y arquitectura y estábamos contentos de vagar por las calles de esa ciudad tan hermosa. Descubrimos el río con su paseo agradable y sus bellas jacarandas.
A nuestro regreso a la ciudad de México, la jacaranda en el patio de nuestro hotel y las de Avenida de la Reforma, que tenían todavía muchas flores cuando habíamos salido, las habían perdido casi en su totalidad.